jueves, 31 de marzo de 2016

Se cumplen siete años del fallecimiento de Raúl Alfonsín, el padre de la democracia moderna en Argentina




Raúl Alfonsín, el “Padre de la Democracia”, fue el constructor de una nueva etapa para la Argentina. Con luces y sombras, aciertos y desaciertos, fuertemente aclamado y a veces cuestionado, lo que marcó este líder en la historia, lejos se encuentra de estar rotulado meramente en el sinnúmero de etiquetas, condecoraciones o logros profesionales. Alfonsín, marcó cambios de rumbos, primero en el partido, luego en el país y por último en la región. Fue un político que hizo política, propuso ideas, las impregnó de ideología, negoció con la oposición, se propuso como puente para salvar enfrentamientos, derrotó a la violencia con el diálogo y principalmente con la justicia. Además, su política de negociación nunca estuvo vinculada al toma y daca económico sino al intercambio de propuestas e ideas.

En la memoria constante, en el recuerdo del adiós en el Cementerio de Recoleta, inundado de distintos sectores de la sociedad de distinto color político lo que recuerdo es el sentimiento de una despedida a un hombre austero con simpleza y valores destacables como la humildad y honestidad en el ejercicio de sus funciones. Alfonsín fue crítico de sus adversarios políticos, fue duro en la batalla electoral y en la defensa de sus ideas pero nunca elevó la voz para el agravio ni la descalificación, nunca observó al otro como enemigo, su acumulación política nunca dependió de la degradación personal tan sólo por pensar diferente.

Lejos de la polémica por su gestión, pudiendo estar de acuerdo o no, difícilmente se pueda encontrar un líder presidencial que en su despedida movilice valores fundamentales y que todos lo recuerden por haberse mantenido al margen del típico estereotipo de la corrupción política. Leyéndolo así, hasta causa indignación sorprenderse por su honestidad. El recuerdo de esa despedida multitudinaria, con cuadras de gente bajo la lluvia, honrando a un hombre que había dejado el poder ya hacía dos décadas engrandece su figura y su reconocimiento. Otros presidentes reconocidos masivamente estaban en el poder al momento de su muerte (Perón), lo había abandonado recientemente (Yrigoyen) o un familiar lo ejercía (Kirchner).

Los ideales de Alfonsín por la educación, la igualdad, la importancia y el respeto por las instituciones democráticas marcaron el reconocimiento y la admiración de la sociedad. Hoy en día, en una etapa de modernidad líquida en términos de Bauman, gran parte de la sociedad reviste una imagen artificial y frágil, de cambio constante donde los valores parecen haber quedado deteriorados o en el olvido. No obstante, cuando desde la dirigencia política se exhibe y se actúa con la convicción de los valores y con responsabilidad que requiere el gobierno para todos los sectores e intereses basado en el respeto y la integridad, es la propia sociedad la que decide emular esos actos aún en las diferencias de ideologías políticas.

Alfonsín transformó al partido radical, desde lo ideológico lo acercó a las ideas de la socialdemocracia, lo reubicó en el espectro de la centroizquierda. Desde lo electoral, presentó un partido competitivo, con ideas claras y modernas: a los militares golpistas se los juzgó en tribunales ordinarios y bajo la ley civil; y al peronismo se le ganó en las urnas con un partido dinámico y cohesionado. Dos imposibles que Alfonsín hizo posibles: 1) los militares golpistas presos salvaguardando a la institución militar; y 2) el peronismo derrotado en elecciones limpias.

Alfonsín corrió los márgenes desde el pluralismo, ahí yace su mirada moderna y revolucionaria para América Latina. Argentina y su sistema político dejaron atrás la intolerancia a favor de la tolerancia, pero nuestro líder fue más allá e insistió en su mirada plural, instó con su ejemplo a aceptar al diferente y no solamente tolerarlo, sino a respetarlo y tomar en cuenta su opinión. Este proceso social conformó la construcción de la verdadera democracia, que ya no sería únicamente un método electoral de selección de autoridades para ocupar el gobierno, sino que, además, sería un modo de vida y una forma de construcción de consensos.

Que existan más presidentes que sean recordados por sus valores e ideales y menos líderes políticos que llenen de hipocresía y divisiones a la sociedad. Mi deseo es: basta de personajes que son recordados por llenar sus bolsillos, por llevar al país a la quiebra y por valores opuestos a nuestra comunidad democrática. Que sean más aquellos dirigentes políticos que al ser recordados sean sinónimo de una palabra tan grande y de tanto contenido como, DEMOCRACIA.

Información extraída de:

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